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Nuevas propuestas para reformar el sistema político en Chile: ¡Abre el debate! | EL PAÍS Chile

En este momento, dentro de la comisión de Constitución del Senado se está llevando a cabo un análisis de una propuesta de reforma al sistema político, presentada por un grupo de parlamentarios. Esta propuesta subraya la importancia del fortalecimiento de los partidos, sugiriendo un umbral superior al 5% de la votación, así como sanciones para el denominado discolaje de los parlamentarios electos. Asimismo, se contempla la creación de federaciones de partidos con el objetivo de evitar la proliferación de pequeñas agrupaciones. De esta manera, se busca mitigar el problema de la fragmentación que ha estado impactando al actual sistema de partidos.

Existe un amplio consenso sobre la necesidad de revertir la fragmentación y el debilitamiento organizativo de los partidos. Se asume que los partidos son indispensables para el funcionamiento del sistema democrático. Además, se asume que no pueden ser reemplazables por otras formas asociativas, como los grupos de interés y los movimientos sociales, dado que los roles y funciones entre cada uno de ellos suelen ser diferentes. Pero una reforma al sistema político —que por cierto es una necesidad imperiosa— no puede quedar remitida únicamente en los partidos. Incluso, el fortalecimiento de los partidos, y el incentivo a una mayor competencia entre estos, así como entre los principales bloques y coaliciones, obedece a otros factores que van más allá de alcanzar el umbral del 5% y del problema de los parlamentarios díscolos.

1. Una reforma al sistema político debiese apuntar a la modificación del régimen de gobierno. En efecto, el presidencialismo imperante ha derivado en la conformación de gobiernos de minoría, como ha quedado demostrado desde la primera Administración de la presidenta Michelle Bachelet (2006-2010) hasta la actualidad. Desde esa época, todos los gobiernos carecieron de mayoría, o bien la fueron perdiendo en el transcurso de sus respectivas administraciones. A nivel latinoamericano, el presidencialismo ha sido caldo de cultivo para la emergencia de todo tipo de populismos y derivas autoritarias. Los estilos de gestión que han predominado en nuestro país, desde 2006 a la fecha, han debilitado los partidos al dejar espacio para la participación de independientes en los gabinetes, o bien por el excesivo papel que vienen asumiendo los asesores del presidente —en el llamado ‘segundo piso’—, por sobre las directivas de quienes integran sus respectivas coaliciones oficialistas.